CRISTO CRUCIFICADO. DIEGO VELÁZQUEZ (1599-1660). ÓLEO SOBRE LIENZO. MUSEO NACIONAL DEL PRADO. 1632. SALA 014

Cristo Crucificado. Diego Velázquez (1599-1660). Óleo sobre lienzo. Museo Nacional del Prado. Sala 014. 

¡De vuelta a mi Museo del Prado! como el tema va de "Cristos crucificados" vamos a hablar de uno de los más impresionantes de la Historia del Arte realizado por el maestro, "mi maestro","mi pintor", "mi Diego Velázquez". 

Los comienzos de la vida del artista y como llega a pintar este cuadro tienen un "origen peculiar".

Nació en Sevilla, en el año 1599, Diego de Silva Velázquez, adoptando el apellido de su madre, algo muy común en la Andalucía de la época y también en familias de procedencia portuguesa. Estudió en un primer momento en el taller del Maestro Herrera "El Viejo, las crónicas cuentan que este artista tenía algo de mal carácter, cambiando de taller con once años, ingresando en el de Don Francisco Pacheco, pintor, poeta, tratadista y censor de la Inquisición. Pacheco se encargaba de estudiar, como especialista en iconografía religiosa, que estas se realizaran con el decoro marcado por La Contrarreforma. La vinculación con su maestro se selló con el matrimonio de Velázquez con la hija de Pacheco, Juana en el año 1618 con la que tuvo 2 hijas. 


Cristo Crucificado (1632)

Sus primera obras en Sevilla se detienen en la PINTURA COSTUMBRISTA y RELIGIOSA. Desgraciadamente esas obras son de las menos conservadas en España, recayendo en colecciones extranjeras. 

Sevilla era una ciudad próspera, ciudad portuaria donde llegaban "oro y plata" de las Américas, haciendo fluir una generación de artistas del llamado SIGLO DE ORO ESPAÑOL: pintores como Herrera El Viejo, Pacheco, Velázquez o Murillo, escultores como Martínez Montañés, Pedro Roldán o su hija La Roldana o arquitectos desconocidos y de un gran talento como Leonardo de Figueroa. 

En el año 1621 muere el rey Felipe III (1598-1621), subiendo al trono su hijo Felipe IV (1621-1665) de apenas 16 años. De su mano iba El conde-duque de Olivares, Gaspar de Guzmán, convirtiéndose en su valido. El conde-duque, nacido en Roma pero criado en Sevilla, dio un empujón a diversos artistas sevillanos, uno de ellos fue Diego Velázquez.

Autorretrato de Velázquez en Las Meninas (1656)

En aquellos tiempos, Velázquez probó suerte en la capital. Corría el año 1622, con el sueño de pintar a los reyes... no lo consiguió, aunque tuvo la oportunidad de pintar un retrato de Luis de Góngora, confesor del rey y que según la leyenda llegó a manos Felipe IV, quedando prendado de la pintura del sevillano. A partir de ese momento su reputación fue creciendo. Un año después, fue llamado por el conde-duque, pintando el primer cuadro de la efigie del rey. A partir de ese momento se convirtió en el pintor de cámara de Felipe IV hasta su fallecimiento en el año 1660. 

Retrato de Luis de Góngora (1622)

Velázquez no volvería a Sevilla, y sólo salió dos veces de Madrid: sus dos viajes a Roma, el primero (1629-1630) como aprendizaje y el segundo (1648-1651) para adquirir pinturas y escultura que le demandó el rey, gran coleccionista de arte. Aunque ya sabemos que trabaja como funcionario en El Ministerio del Tiempo jijijiijiji. 

Retrato de Felipe IV (1626-1628)

La pintura religiosa de Velázquez es la menos abundante, al contrario que sus contemporáneos como Zurbarán o Ribera que se dedican casi exclusivamente al tema religioso. Esto fue debido a su trabajo como pintor de cámara, dedicándose sobre todo al retrato, con alguna que otra pintura de historia y mitológica. 

Pinta poca pintura religiosa, pero la que pinta es espectacular y aquí es donde llegamos a nuestro Cristo Crucificado.

Esta pintura es producto del pecado. La ubicación original de esta pintura fue El Monasterio de las Benedictinas de San Plácido, en la Calle San Roque, en pleno centro de Madrid. Es un monasterio todavía habitado por unas pocas monjitas, a las que tengo mucho cariño sobre todo a sor Margarita, que me lleva abriendo la iglesia del monasterio 18 años. 

Monasterio de las Benedictinas de San Plácido

El monasterio fue fundado en el año 1632 por un mafias de la época: Jerónimo de Villanueva (1594-1653), mano derecha del conde-duque y pronotario de Aragón. Hay varias versiones:

 VERSIÓN MUSEO DEL PRADO

Villanueva se habría puesto en contacto con Velázquez para realizar esta obra como donación a dicho monasterio por una investigación de la Inquisición sobre ciertas actividades "picantes", con el demonio de por medio que profetizaba la reforma de la Iglesia, realizadas en el monasterio que tendría como protagonistas al capellán y a las monjas (en esos tiempos la vida conventual no era muy vocacional que digamos...). Se habla que en el mismo momento hubo una profanación de un Cristo crucificado realizado por unos judíos portugueses, que fueron ejecutados en la Plaza Mayor, por lo que hubo un "boom" de devoción a estas imágenes. 

Está documentado que Villanueva donó otras obras al monasterio, una de ellas: CRISTO YACENTE de Gregorio Fernandez. 

Cristo crucificado (1632)


VERSIÓN MÁS PICANTE TODAVÍA

Esta versión es la que me gusta más y la que suelo contar cuando vamos de visita al monasterio. 

Villanueva fundó el monasterio para su antigua prometida TERESA VALLE DE LA CERDA, siendo ella la priora. A la hora de la construcción del monasterio, habría aprovechado que su palacio estaba justamente enfrente, para mandar realizar un pasadizo que comunicaba dicho palacio con la celda de la priora... ¡PICANTE, PICANTE!. Además la abadesa fue una de las investigadas en esas actividades ilícitas del capellán y unas cuantas monjas que os he hablado anteriormente. Cuenta la leyenda que se les pilló en pleno trabajo... pero debido al poder del noble, no fue condenado pero  le tocó realizar algunas donaciones para expiar sus pecados.

En cuanto a el cuadro del Cristo crucificado, viene por otra historia vinculada a las actividades varias del monasterio. Nuestro Felipe IV, gran amante de las mujeres (llegó a tener más de 30 hijos bastardos) pero muy religioso, fue a escuchar misa al convento, quedando prendado de una novicia: SOR MARGARITA (no es la monja que me abre, la mujer es mayor pero no tanto jeje). El rey aprovechó ese pasadizo para colarse en la celda de la monja y bueno... escena tres rombos por lo menos. Cuentan que la priora trazó un plan para que el rey olvidara a la bella sor Margarita. Fingieron su muerte con una escenificación magnífica, velando su "cadáver" en la iglesia del monasterio. Cuando Felipe IV se enteró, espantado por lo sucedido, pensó que fue un castigo divino y mandó a Velázquez realizar este Cristo para expiar sus pecados.  



La obra es un ejemplo del naturalismo barroco español. Aparece crucificado con 4 clavos y pies sobre una peana, llevando a rajatabla el tratado que escribió Pacheco en el año 1611 sobre las imágenes de la contrarreforma, siendo muy demandada sobre todo en Andalucía. Con un fondo completamente neutro, su perfecta anatomía, la herida del costado que nos indica que Cristo ha expirado, marcando  una pequeña curvatura del cuerpo donde parece que todavía se sujeta en la cruz.

La cara de Cristo es magnífica, como si fuera un auténtico retrato de un "hombre bello" (como nos indican las escrituras). Solo se nos permite ver parte del rostro, el pelo cae dejando la mitad al descubierto, intuyendo algunas facciones. Hay otra leyenda que dice que a Velázquez le estaba constando tanto pintar el rostro de Cristo que decidió cubrir parte y poder solventar el problema. Me imagino a Velázquez: "¡El rey pecando y yo trabajando, y encima la cara no me sale... a tomar por saco... lo tapo con pelo y divino..!"



Esta pintura se encuentra en el museo después de pasar de mano en mano por varios propietarios: comprado por Manuel Godoy al monasterio, Lo heredará de su esposa la Condesa de Chinchón, María Teresa de Borbón y Villábriga. Esta, lo intentó vender sin éxito a Francia (menos mal...) llegando a manos de su cuñado, el duque de San Fernando, que se lo regaló a Fernando VII (mi amigo... del alma) , de ahí la vinculación al museo.

Sin lugar a dudas, es para mi el mejor CRISTO de la Historia del Arte, no solamente por su traza, del mejor pintor, también porque si el rey no hubiera pecado, este cuadro no se habría pintado (me ha salido un pareado jejejejejej)

Ayyyyysss que ganas de visitar sus salas otra vez... 

Un abrazo






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